(3) Un vestidito azul con lunares blancos chiquititos. Calcetines con blondita y chaleco al tono. Mi papá, con una chaqueta de cuero negra tipo Sandro me tiene en brazos. Yo estoy llorando, rehusando sentarme en la falda del viejito pascuero para la fotografía de rigor. Es la navidad para los hijos de funcionarios del Hospital donde trabajaba mi mamá. Sé, por una foto, que me regalaron un teléfono rojo en forma de casita, también hay una bolsa que dice “Rochet”. Creo que siempre lloré cuando llegaba el rito de la navidad para los hijos de funcionarios.
(18) Javier tiene siete años. Me dice que ya sabe que el viejito pascuero no existe. Seguramente le pidió tener un hermano y nació la Camila. No sé que decirle. Pienso que es parte de crecer ir descubriendo como tus papás se las ingenian para mostrarte un mundo más fantasioso. Sin embargo, desde chico Javier tomó decisiones desfasadas a su edad. Sé que el viejito pascuero no existe, pero no le diré a la camila.
(25) Me bajo del colectivo en Bellavista. El semáforo pegado. Una micro estacionada. Una niñita en brazos de su papá con cara de no creer. El papá sonrie y toda la gente que espera que el semáforo nos dé el verde comienza a hacer lo mismo. Avanzo hasta quedar parada frente a la micro. Miro al chofer y ahí está. Es el Viejito Pascuero. En esta fecha el viejito pascuero suele pitutear como chofer de micro en Valparaíso.