Me emputece la pobreza y la misoginia de la discusión para aprobar el aborto terapéutico. Un derecho SANITARIO que nos dieron a las mujeres en 1931 y que al término de la dictadura de Pinochet, promovido por Merino y el cardenal Medina, fue derogado.
He escuchado distintos momentos de la discusión y es deprimente los argumentos y la ignorancia de los senadores. Hablan de una vida que está por nacer, pero que es inviable extrauterinamente. Prefieren que una mujer con un embarazo que no terminará con éxito siga en ese estado porque hay una idea de “alma” o condición humana en ese feto. ¿Qué clase de vida es esa? ¿Por qué a las mujeres nos violentan de esta manera?
No entiendo – nunca he entendido, en realidad – los valores de los conservadores en este país. Se llenan la boca con fetos que están por nacer, pero que no sobrevivirán, pero no se preocupan por los cientos de niños y niñas que no pueden acceder a educación, a salud, a servicios básicos. Por cientos de niños institucionalizados, no se conmueven. Por niños que crecen sin oportunidades, sin una familia que los cuide y los proteja. Esos niños y niñas no les importan. Prefieren defender algo que aún no nace, no importa si ese proceso significa que la mamá se muera, que la mamá tenga 14 años y haya sido violada por un pariente, o que es un feto con un daño tal que no va a sobrevivir fuera del útero.
Me emputece cómo nos quitan nuestro derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, a creer que porque se legisla y norma un tema – insisto – de salud pública, todas vamos a tirar el poto a la chuña y nos vamos a andar embarazando mes por medio.
Es tanta la ignorancia y me da pena, me da rabia porque esa misma ignorancia es la que permite que este país siga a cargo de personas incompetentes que legislan desde el ombligo, desde el rosario que guardan en el bolsillo. Que apelan a la libertad y a la defensa de los derechos humanos cuando estuvieron años amparando un régimen que usó la violencia de estado, con cientos de mujeres que perdieron a sus guaguas que si eran viables, producto de las torturas que sufrieron, producto de la violencia a la que fueron sometida. Ahí escondieron sus rosarios y su defensa a los derechos humanos.
Me enoja esto porque soy mamá, porque tuve la fortuna de decidir con mi pareja, libremente, en que momento embarazarme, porque tuve un buen embarazo y parí a un niño sano. Si la situación hubiese sido otra, seguramente habría tenido que salir de Chile para hacerme un aborto con todas las condiciones médicas como corresponde en un embarazo inviable. Habría tenido que vivir ese proceso tan doloroso de decidir que el hijo que esperabas no es tal, pero acompañada y cuidada por mi familia. A pesar de todo, habría podido decidir. Y habría tenido las condiciones sanitarias necesarias para hacerlo.
Hoy hay cientos de mujeres en Chile que no tienen ni sueñan con esa posibilidad. Que si su embarazo es de riesgo letal o producto de una violación, y además, son pobres, deben recurrir a soluciones ilegales, inseguras, que podrían matarlas incluso.
Legislar sobre el aborto es una cuestión de salud pública y de respeto a un derecho básico, primordial para nosotras. Hoy se discute el aborto terapéutico como un gran avance, cuando el país ya lo había resuelto en 1931.
No es justo que tengamos que seguir adelante con un embarazo que no queremos o que nos pone en riesgo. Porque para mi el aborto terapéutico es el mínimo. Es el desde de una discusión añeja, que debimos tener hace mucho tiempo.
Pueden encontrar más información en el sitio del proyecto Aborto 3 Causales